Perros Callejeros

En una céntrica calle de la capital.

-¡Que haya paz!, ¡cojones!
¡Tú, hippie!, ten paciencia espera a que acaben de hacerte las curas que ya te entrevisto. Y usted señor, siga con el relato de los hechos.
-Como le decía, y creo que esta es ya la tercera vez, el chulito iba unos metros delante mía, y el drogado estaba tocando la guitarra y cantando sentado en aquel escalón.
-¿Cantando?
-Sí, bueno, ya sabe como son los modernos de ahora, a cualquier cosa se le llama cantar, aún recuerdo yo las verbenas, cuando era mozo que ...
-Seguro que es muy interesante lo de su juventud, pero ahora nos interesa lo que sucedió aquí hace un rato.
-Usted se lo pierde señora. Bueno, pues cuando el chulito pasó por delante del drogado se paró un momento y le dijo algo, entonces el drogado le extendió la mano a modo de pedir mientras le contestaba, el otro se enfureció y le cogió el sombrero donde la gente le echa las monedas y vació su contenido en el bolsillo de la americana. Entonces el drogado se levantó, se fue a por él y empezaron a pelear como mujeres.
-¿Cómo mujeres?

-Sí, sólo se tiraban de los pelos y se daban patadas, ni un miserable puñetazo oiga, una vergüenza, en mi época por menos ya brillaban las navajas.
-¡Oye, abuelo!, que si no peleo mejor es porque ..., porque soy pacifista.
-¿Pacifista?, ¡tú lo que eres es un cobarde!, verguenza te debería dar que una nenaza como el chulito te ponga la mano encima.
-¿Cobarde yo?, acércate aquí que te arranco los pelos de los huevos uno a uno y luego me los fumo, será gilipollas el carcamal este.
-¡Que se callen, cojones!
-A mí no me manda callar ninguna mujer, por muy de la tele que sea.
-Mire, caballero, si no fuera porque estamos en antena le diría ahora mismito cuatro cositas.
¿Ha terminado con su relato?
-Prácticamente sí, porque después estuvieron un rato rodando por el suelo hasta que vinieron a separarlos.
-Muchas gracias, caballero.
-Oiga si quieren que vaya a algún programa a contarlo por mí ningún problema, cobrando, claro.
-Sí, sí, ya.