Canta, si te atreves

Hay que ver como ha cambiado este puto país de mierda desde hace poco más de un lustro para acá. Si antes casi nadie se atrevía a dar rienda suelta a sus habilidades cantoras más allá de los límites que marcan los tabiques del cuarto de baño, ahora la situación ha dado un giro de 180 grados.

Todo empezó con la irrupción de un concurso televisivo donde tras una buena dosis de autohumillación se acababa por premiar a los participantes de la siguiente manera:
A los ganadores, con la participación en un rancio certamen internacional de la canción; a los que se quedaron por el camino, con una ubicación privilegiada en cualquier escaparate de gasolinera; y a los que se cayeron a las primeras de cambio, con la participación en algún musical de tres al cuarto o como tertulianos de programas nocturnos. ¡Ah!, y que no se me olviden los participantes del género femenino, que saben que siempre tienen un hueco para mostrar sus encantos en las portadas (y desplegable interior) de la Interviu.

Luego continuó con más programas televisivos de similares contenidos y temáticas hasta llegar al momento actual donde nos inundan de videojuegos que nos facilitan la labor de torturar a nuestros familiares y amigos con nuestro "espectacular" chorro de voz.

Decidme ahora si de verdad nunca habéis tenido ganas de volarle los empastes a ese compañero de la fábrica que impunemente se arranca a primera hora de la mañana con el "Vivir así es Morir de Amor" de Camilo Sesto; o a ese otro de la oficina que a la hora del café se pone a destrozar los ya por sí abominables boleros de Luis Miguel mientras te echa el aliento (con algún tropezón incluido) al chorizo rancio que se comió la noche anterior; o lo que es peor aún, a esa compañera de la Eso con la cara infestada de granos que te escupe entre los alambres de su ortodoncia las notas de una canción cualquiera de Chenoa.

Diréis ahora que si no me olvido de los Karaokes, que allí sí que empezó todo de verdad, y yo os contestaré que sí, que allí empezó todo, pero que también es justo allí donde parece que las cosas empiezan a cambiar.

A partir de ahora cualquiera que agarre el micro que se lo piense dos veces antes de empezar a torturar a la concurrencia, se acabó .

¡Eso también va por tí, Gayoso!