La Fama y la Madre que la Parió (III)

La infancia pasó, llegó la pubertad y todo lo que ésta trae consigo: el primer beso, la primera cerveza, el primer cigarro, la primera paja, etc.
Impresionado por el éxito más que por la música o por las estúpidas coreografías que desarrollaban encima del escenario, nuestro amigo se fue fijando en la trayectoria de grupos de la talla de New Kids on the Block, Take That o Backstreet Boys, referentes de la música mundial del momento (risas). Ansiaba copar portadas de revistas como Vale o Superpop y que un pósters fueran colocados en los frontales de aquellas carpetas que las niñas llevan siempre apretadas contra sus incipientes pechos.
No tardó en darse cuenta de que el simple hecho de desear con todas las fuerzas que algo ocurra no es suficiente para que eso suceda, así que se puso manos a la obra. Pronto comprendió que para triunfar en la música era más importante ser conocido que el propio talento que tuviera o dejara de tener.
Aprovechándose de su aspecto aniñado, el mismo que le granjeó una gran cantidad de proposiciones deshonestas por parte de los antiguos compañeros de profesión de su padre (ver capítulo I), trató de presentarse a un programa televisivo de talentos infantiles, que por aquella estaba presentado por el inefable Bertín Osborne, pero su DNI le traicionó y no le dejaron participar.
Junto con un amigo que tocaba la guitarra montó un dúo y se dedicaron a cantar en las bodas (pero no en el convite sino en la iglesia). Con el dinero que iba sacando de las propinas y algo que mangaban del cepillo lograba costearse el Curso de Piano de CCC y asistía a clases de canto para mejorar su voz.
Un día cantaron en la boda de un conocido productor musical que había acudido a la ceremonia con claros signos de embriaguez, y más embriagado que se quedó al escucharlos, tanto, como para contratarlos para actuar de teloneros en la gira mundial que estaba preparando por aquella Jesulín de Ubrique para promocionar el disco que acababa de editar.

*Continuará ...